¿Por qué cuando estamos al borde
de la muerte podemos escuchar cantar a los ángeles? …
¿Por qué si Dios existe no me
ayuda, porque estos malditos demonios quieren matarme? …
¿Sera que ya he vivido lo
suficiente y es la hora de reunirme con el gran creador? …
Mis ojos, mis amados ojos cuantas
veces me dieron más de una maravilla e imágenes
que recordare por siempre, que llevo tan clavadas dentro de mí, recuerdo
mi primer atardecer ese rojo más o menos naranjoso que se cierne en el
horizonte, un color mágico que parece que la tierra se lo come poco a poco
mientras pasan los minutos, esas nubes regordetas de todos los colores que se
mezclan para crear una ilusión casi tan mágica como la vida misma que solo
puede ser visto a ciertas horas de la tarde, ya cuando entra la noche para dar
el paso a las estrellas nocturnales. Mi madre me mostro el primero que vi en mi
vida, lo recuerdo mucho porque ella me dijo ―disfruta de las pequeñas
cosas de la vida, nunca sabes cuánto te van a durar―. No sé porque no
le hice caso y hoy creo que jamás podré
ver otro atardecer.
Mi madre o mi madre desde el día
que te fuiste te he extrañado y no lo he dejado de hacer, ni creo poder hacerlo
nunca, ahora que mis ojos solo ven la oscuridad puedo evocar su recuerdo claro
y tibio, recuerdo el calor de sus abrazos como me apretaba entre sus brazos y
me sentía en calma, seguro, como si el tiempo se detuviera, todavía puedo
saborear su delicioso aroma a vainilla, algo que ella adoraba, pero por más que
quiera recordarla muchas veces su rostro se pierde entre las lagunas mentales
que mi mente me tiene preparadas.
En realidad no sé cuánto tiempo
ha pasado desde que mi entorno ya no es nada, no puedo escuchar nada de lo que
sucedía antes, por el momento solo escucho esas voces, esas voces de mujeres que me emocionan hasta llorar ¡¿estaré
llorando?! , ni siquiera eso puedo sentir, hace tanto que no siento. Esas damas,
esas damas me están llamado a mi yo lo sé, están aquí por mí no hay otra
explicación, es como si me cantaran una nana, como las que cantaba mi madre
cuando yo era más pequeño, todavía puedo escucharla todavía puedo sentir como
me arropa tiernamente y poco a poco mis ojos ven lo que veo en este momento
¡pura oscuridad!
Mis manos ¿Por qué me pesan
tanto? Un momento ¡ni siquiera puedo sentirlas! ¿Será que estos malditos ya me
las arrancaron del cuerpo? ¿Por qué no puedo moverlas? ¿Qué me han hecho?
¡Malditos! ¡Bastardos!, no importa sé que las damas que cantan no están por
ellos, sé que están aquí por mí, que han venido a que el dolor desaparezca, no
las puedo ver pero las escucho y también
a ellos, esos grandes caballeros que las acompañan y las cuidan, de veces se
pueden escuchar sus caballos, los cascos chocando contra lo que parece la más
fina ceda, escucho el golpe pero no es estruendoso como truenos, es más bien
como si apenas y pisaran esta tierra… esta tierra inundada de sangre.
Sangre que moja mis pies, es de
lo poco que puedo sentir mis pies, aunque quisiera que ya me los hubieran
arrancado porque estoy de rodillas, de rodillas como un maldito cobarde que se
rindió a uno de los instintos más viles y asquerosos del ser humano…el miedo,
eso que nos consume a todos de a poco y que se convierte en el mejor amigo de
la desgracia, hoy puedo decir que la vida me ha vencido pues ya estoy postrado
ante ella, cobardemente arrodillado, esperando y esperando, sin moverme, apenas
respirando, cada suspiro me pesa más en el pecho, cada vez que respiro mi
cuerpo cae un poco más sin poder sostenerse por sí solo. No sé cuántos días han
pasado ni cuantas noches llore hasta que
por fin deje de ver, cuantas veces me golpearon hasta que ya no sentí mis manos
ni mis brazos, cuanto tiempo paso si es que me las arrancaron, desde hace
cuánto maldito tiempo estoy arrodillado ante ellos…
Los caballeros ¡se han ido!, las
hermosas damas ¡ya no cantan! ¿Por qué me han abandonado? ¡Por que no estás aquí!,
mi respiración, me duele, me duele mucho, no lo soporto, ¡ya por favor, que ya
termine! ¡Ya por favor no quiero sentir esto!, mi respiración me hace sentir
mal, ese pútrido olor, a muerte, a quemado, puedo saborear la muerte, puedo
oler como se queman los cuerpos, como mi respiración es casi fuego puro, siento
como me quema por dentro, como recorre desde mi nariz hasta mis pulmones, como
se llenan de azufre, de fuego. Un momento puedo oler por fin uno de mis
sentidos está funcionando, es espantoso que sea de esta manera, quisiera poder
oler a rosas, o a café o mejor aún a vainilla, pero no, estoy aquí tirado de
rodillas oliendo a muerte.
Mis oídos ya no escuchan a las
damas cantando ni los caballeros que les acompañaban, comienzo a escuchar de
nuevo, de a poco recobro mis sentidos,
¿será que estoy muriendo? Y entre más muero mejor me siento, ¿esa es la verdad?
No, no puede ser porque mi nariz huele a muerte y a fuego y mis oídos escuchan
gritos de dolor, de piedad, rezos y clemencia… ¿Por qué no lo pensé antes?
Estoy muerto y estoy descendiendo cada vez más en lugar de subir, demonios….
Jajajaja vaya ironía de la vida, bueno debo admitir que al final de mis días
creo que han valido la pena.
Creo que ha llegado la hora de
rendir mis cuentas y que mi juicio final comience, solo espero que mi abogado
pueda hacer algo para salvar mi pobre alma, jamás fui malo, no sé por qué
empiezo a sentir el calor en mi cara, ¡mi cara! ¡Puedo sentir mi cara!, con un
fuego espantoso que no está a mucha distancia, se siente cálido, tal vez
demasiado, tal vez demasiado cerca, tal vez ya solo quiero morir, esta ruleta rusa
de emociones me tiene cansado, creo que ya solo quiero dejar de sentir, ya solo
quiero dejar caer mi cuerpo pero no puedo hacerlo, hay algo que no me deja caer
por más que quiero y no es algo de mi voluntad ni de mi fuerza es algo que al
parecer tiene mi cuerpo aprisionado… el fuego… se ha ido, ya no siento calor
pero siento como el frío recorre todo mi cuerpo, ¿Qué es esto? … ¿lluvia?,
lluvia que ha calmado al fuego, que ahora enfría mi cuerpo lentamente, no, no
es posible en realidad ha de ser que mi sangre ya no calienta, que ya no sirve,
que ya pronto moriré, es una lástima que lo último que voy a escuchar son esos
tambores y esos cuernos de alarma, sé
que algo está pasando pero ¿qué será?
Escucho unos pasos cerca de mí,
escucho que alguien se acerca, puedo escuchar que blande una espada y como de
ella gotea sangre, puedo ver en mi mente como la lluvia limpia la espada que
está llena de sangre parece que ya es hora de que me vaya de esta crueldad.
Esta detrás de mi lo puedo escuchar perfectamente como esta alzando su espada
por detrás de mi cabeza, ¡está bajando a toda velocidad!... mi cuerpo por fin
esta cayendo, lenta y pesadamente al suelo, cuando por fin golpeo el suelo
puedo saborear la tierra, pero algo raro está pasando, no estoy muerto sigo
vivo a pesar de todo esto, escucho su espada nuevamente… escucho como algo se
rompe, pero en ese momento siento la tierra entre mis dedos, mis manos, mis
brazos puedo sentirlos nuevamente,
aunque no puedo moverlos, me siento débil, siento como si estuvieran
atrofiados, pero se siente bien, es hermoso sentir la tierra entre mis dedos ―Ya estas a salvo― dijo una voz, mientras sentía como tomaba una de mis
manos la ponía alrededor de su hombro y me ayudaba a levantarme lentamente, yo
trataba de mover mis piernas lo más que podía aunque parecía que entorpecía más
del viaje de lo que podía ayudar, pero no entendía absolutamente nada de lo que
pasaba, yo solo corría como podía con mi nuevo ángel mientras escuchaba espadas
chocando, gritos de dolor, el fuego quemando cosas, parecía una gran batalla,
escucho a esos demonios gritando, pero me parece impresionante que los demonios
pidan clemencia, los que me rescataron deben ser verdaderamente ángeles,
poderosos y enviados por el gran señor a destruir a estas escorias del
infierno. ―Vaya que tienes suerte
chico― dijo una voz grave y
áspera, era un hombre grande, no podía ver pero el sonido venia bastante arriba
de mí, por eso creo yo que era un hombre grande, sin embargo no era mi ángel,
mientras el hombre grande daba órdenes a quien supongo eran más personas mi
ángel me ayudaba a sentarme lentamente, pero mi cuerpo no podía más, poco a
poco comencé a dejar de escuchar nuevamente y de poco a poco fui perdiendo la
capacidad que tenía de sostener mi cuerpo, hasta que todo se convirtió en
negro, fue la primera vez que mi alma… beso las sombras.